¿Y por qué esperar?


Me di cuenta de que volvía a sucumbir al efecto de ese círculo vicioso. La necesidad de hacer realidad aquello que me rondaba por la cabeza aunque pudiera suponer un salto al vacío, un suicidio seguro: Abrir una puerta a mi interior con carácter anónimo, sin necesidad de ser leída. Parecía un inocente deseo que ningún daño me podía ocasionar. Eran solo palabras, el placer de escribir por el mero hecho de hacerlo. Sin  embargo, mi otro yo lo veía como una amenaza: destrucción del tiempo. Conseguía mantenerme las manos atadas y mi mente me ofrecía nuevas y constantes ideas a las que sucumbir, supuestamente, más importantes.
Era consciente de que tarde o temprano acabaría por encontrar esa llave que desvelaría mis pensamientos y dejaría la puerta entreabierta. Un inocente clic que volveria a quitarme tiempo, una nueva adicción que mantener o de lo contrario no sería más que un blog lleno de telarañas que, quizás, mejor hubiera sido no abrir.

“Lo iniciaré en verano” me repetía una y otra vez…
y entonces, decidí empezar…

o6/o6/2010